Capitulo 74 30 de abril de 2015: jaime perez parody yMariano salceudo tiene una pelea en vivo por la radio porque Mariano esta hablando de Diomedes. el sud comandante de la policia es una aliado de pluma blanca y se reune con el para los detalles del negocio. Mamá vila le dice a Diomedes que a la casa llego una muchacha con otro hijo de el, pero Diomedes no recuerda nada de ella. El pluma blanca dice que va hacer una fiesta con Diomedes por encima del comandante de la policía. Rafael maria le pregunta a la madre del nuevo hijo de Diomedes, que le diga la verdad si ese hijo es de Diomedes. Mamá vila regaña a diomedes por el poco de hijos que tiene en la calle. Por mi parte eso a sido todo, les contaremos mas cuando nos confirmen nuevos avances de la novela de Diomedes Diaz.
Capitulo 73 29 de abril de 2015: Diomedes Diaz deja botada una parranda de 3 días en corozal para irse para su casa en valledupar . Mariano salceudo aprovecha esta situación para hablar del cacique por la radio de por su incumplimiento en corozal. lucia le pide al cacique que le jure que la va a respetar, a lo cual el cacique le jura que ella es el único amor de su vida. Por mi parte eso a sido todo, les contaremos mas cuando nos confirmen nuevos avances de la novela de Diomedes Diaz.
Capitulo 72 28 de abril de 2015: Los compañeros de parranda de diomedes le dicen que mariano saucedo sigue hablando mal de el y esta diciendo especialmente que diomedes le toca parranda a los marimberos, especialmente al pluma blanca. Jose olarte le pide a juancho rois que se una a su grupo musical para mejorar el folklore . Diomedes vuelve a sus andanzas de mujeriego y aprovecha su gira por Venezuela para seguir con las infidelidades. Por mi parte eso a sido todo, les contaremos mas cuando nos confirmen nuevos avances de la novela de Diomedes Diaz.
Buena parte de las canciones vallenatas consideradas como clásicas narran vivencias, pasajes y anécdotas, o son manifestaciones de amor o de nostalgia. En síntesis, las letras son inspiradas por sucesos o sentimientos pasados o presentes. Los compositores convierten en personajes populares a sus amadas, amigos y compadres, quienes inspiran al artista. Muchas veces por fortuna la melodía es premiada con el éxito.
La Locura
La relación del homenajeado y la canción, es de orgullo y gratitud pues significa su ingreso al universo creativo del compositor el cual inmortaliza su nombre en el canto. Es el caso, por ejemplo, del tema “Lluvia de Verano” de la autoría del maestro Hernando Marín Lacouture, inspirada y dedicada a su amigo Lisímaco Peralta, el cual marcaría el destino de su protagonista.
En mayo de 1978 se lanza el álbum La Locura, grabado por el entonces joven cantante guajiro Diomedes Díaz, quien frisaba los 21 años, acompañado en el acordeón por su paisano Juancho Rois, dos años menor que él. Ninguno de los dos jóvenes talentos intuía la magnitud del éxito que alcanzaría un trabajo musical que a la postre los consagraría como grandes del folclor.
El acordeón con que interpretó Rois aquellas melodías ni siquiera él mismo pudo repetirlo en otros discos. Una posible influencia del sacerdote capuchino italiano Hilario de Pescosolido, conocedor de música sacra y experto en acordeón piano y armonio, con el que Juancho tomó clases a su paso por el colegio La Divina Pastora de Riohacha, puede explicar la singular evocación barroca en temas como “Acompáñame” y “ El alma en un acordeón”. El álbum aún hoy es considerado un hito dentro de la música vallenata. Siete de los doce temas del LP se convirtieron en éxito inmediato: “Acompáñame”, “La Piedrecita”, “El Alma en un acordeón”, “Vendo el Alma”, “Lo más bonito”, “Sol y Luna” y, por supuesto, “Lluvia de Verano”.
La locura fue el nombre más apropiado para el disco, no sólo porque musicalmente constituía un derroche de talento incomparable, sino porque reflejaba acertadamente la convulsa época que se vivía en La Guajira. Y es que en 1978 se iba a producir la más grande cosecha de marihuana de toda la bonanza: Las 75.000 hectáreas de cannabis sativa sembradas en la Sierra Nevada (en la parte guajira) simulaban un inmenso delantal.
El cultivo y exportación de marihuana se habían convertido en el mayor generador de empleo rural y urbano en la media guajira y parte del sur del departamento. El campesino emocionado recibía montones de dinero que nunca hubiesen llegado a sus manos sembrando yuca o plátano. Era la locura. Así mismo, la alta capacidad adquisitiva impulsó el armamentismo civil, en una tierra donde la tenencia de armas hacía parte de una larga tradición para la custodia del honor. Las armas facilitaron que los pequeños conflictos, que anteriormente se resolvían con el diálogo de los mayores, ahora terminaran en tiroteos con saldo de muertos y heridos. Era la locura.
Entre los miles de jóvenes campesinos que se engancharon en el negocio de la marihuana figuraba Lisímaco Antonio Peralta Pinedo, nacido en 1947 en el desaparecido caserío de Guacaraca, jurisdicción del corregimiento de Las Flores, municipio de Riohacha en la época. Hijo de Luis Rafael Peralta Moscote y María Pinedo Gil, ejerció diversos oficios desde jornalero hasta conductor de camioncitos, volquetas y taxis, empujado por la pobreza.
A mediados de los años setenta Lisímaco, al enterarse de las ganancias que producía la marihuana, decidió meterse al negocio, primero como transportador de las fincas a los puertos y pistas de aterrizaje clandestinas y luego como comprador de cosechas que él mismo embarcaba. De esa forma hizo una pequeña fortuna, invirtió en propiedades y se estableció en Santa Marta.
Por esa época conoció a Hernando Marín, famoso juglar del folclor vallenato, bohemio y aventurero, a quien invitó a finales de 1977 a una parranda en su casa en Santa Marta. Luego de tres días de whisky, Lisímaco convidó al compositor a que lo acompañara a La Guajira a ojear una caleta de marihuana que estaba próxima a embarcarse. En medio del monte guajiro, sentados sobre pacas de yerba, Lisímaco Peralta le narró a Hernando Marín la historia de su vida, la pobreza que golpeó a su familia, y las dificultades y penurias que lo acompañaron por muchos años, hasta que por fin, gracias a la marihuana, había logrado cambiar de situación. También le contó de sus sueños de infancia y de sus triunfos y derrotas amorosas. El artista, conmovido por el relato, le tarareó los primeros versos de aquella canción, que se convertiría en todo un clásico de la música vallenata.
Ya no tengo ni penas ni
sufrimientos/
ya se fueron como el viento
huracanado/
y las penas que me ardían dentro
del pecho/
de penas y sufrimientos se
acabaron/
ya no quedan ni siquiera los
recuerdos/
y si llegan, ya son lluvias de verano.
Al día siguiente, luego de dar las últimas instrucciones a los vigilantes de la caleta, viajaron hasta Las Flores, el pueblo de Lisímaco, y se alojaron en la casa de su suegra, Inés Toro. Hernando Marín, por la amistad que habían cultivado y cortado por el guayabo y el hambre luego del largo viaje, se sintió atraído por el delicioso olor de guiso que salía de una inmensa olla. Se acercó a la estufa y quitó la tapa para cerciorarse de lo que su olfato le indicaba, cuando fue sorprendido por la dueña de casa Inés Toro quien le dice: – ¡Suelte esa tapa! El músico sorprendido le dijo – ¿Doña, no sabe quién soy yo?– ¡Usted puede ser quien sea, pero a mí no me gusta que me neceen las ollas! Sin argumentos, Hernando Marín sonrió, tapó de nuevo la olla y siguió para el patio. Ya sentado en una butaca, siempre alegre y bonachón, el maestro le pidió a doña Inés que escuchara unos versos que le había compuesto a su yerno, y le cantó el coro.
Porque fuiste como lluvia de
verano./
Y al que le pique, que le pique,
por mí, que se siga rascando.
En marzo de 1978 Hernando Marín regresó a Las Flores y le anunció a Lisímaco Peralta que su canción sería grabada por Diomedes Díaz y Juancho Rois. Inmediatamente se armó la parranda en el quiosco de Reyes Corina, y Marín cantó la versión definitiva de “Lluvia de Verano”.
Las lluvias del verano no son
frecuentes/
son carrizos que refleja el tiempo
malo/
y si vuelve una de las que me
dejaron/
reconcilio porque no soy valiente
que no digan las mujeres que soy
malo/
malas ellas que buscan su mala
suerte
En menos de quince días el álbum La Locura sonaba a todo volumen en los equipos de sonido, pasacintas y pickups del Caribe colombiano y en las grabadoras de los estudiantes costeños de Bogotá, quienes vivían en cofradías en los barrios Palermo, Teusaquillo, Sears (hoy Galerías) y Campin. El tema “Lluvia de Verano” fue el más popular, y era cantado a todo pulmón por jóvenes y viejos mañana, tarde y noche.
Aprendí en el diccionario de la
vida/
a conocer la mentira de la gente
menos mal que yo he sido un
hombre valiente/
que aunque sangre no me duelen
las heridas/
porque tengo mi experiencia
conseguida/
mantendré siempre levantada la
frente
La melodía se convirtió en un canto épico del guajiro y del costeño victorioso. En La Guajira y el Magdalena era el himno del marimbero triunfante, de aquél campesino que zafó a la pobreza o del urbano que había pasado de ser un varado a “tener la tula”. En Bogotá y Barranquilla era canto de quienes habían logrado estudiar un bachillerato o una universidad, hijos de los comerciantes de Maicao, los ganaderos del sur del departamento y del Cesar o de los funcionarios y pequeños comerciantes de Riohacha.
Canto, rio, sueño y vivo alegre
Al que le duela que le duela
Si se queja es porque le duele
“Lluvia de Verano” de alguna manera, exaltaba el fin del ostracismo guajiro que a su vez se convirtió en una peculiar presentación ante la sociedad colombiana por sus variantes extremas; la amable, representada por el mejoramiento de la calidad de vida de unos, reflejada en el acceso a la academia y la difusión de su música, y la amarga, expresada en el vendaval de violencia extrema que se vivió. Esta última de dos orígenes, la de las guerras interfamiliares y la violencia gratuita, producto de la arrogancia y la intolerancia, alimentada por el frenesí del dinero fácil y agravada por la aparición en escena de algunos psicóticos que deliraban por disparar los cuales llenarían de luto la península y parte de la costa.
La gente, especialmente la nueva generación, entonaba alegre la canción y repetía el nombre Lisímaco Peralta sin saber quién era el ahora famoso personaje. Para la mayoría era un hombre que aburrido de una situación difícil, presuntuosamente “cambió de comedero”. Reflexiones perversas afirmaban que “el comedero” era una mujer, pero no, “el comedero” era el hogar de la mujer, la novia o la amante, dónde él llegaba a veces a desayunar, a veces a almorzar y a veces a cenar. Para la mujer guajira, sea esposa, mujer, novia o amante, es muy importante que su hombre
se alimente en casa y por eso se esmera en preparar ella misma los alimentos. La ruptura de la relación produce una pérdida sentimental y lleva en consecuencia a un cambio de comedero. Y es que quien pierde a una mujer también pierde su sazón.
Tengo talla de hombre mujeriego
como Lisímaco Peralta
voy a cambiar de comedero
Lisímaco Peralta estaba feliz con su canción, pero no había tenido la oportunidad de escucharla en
vivo, ejecutada por sus intérpretes. Las presentaciones de Diomedes y Juancho siempre se cruzaban con sus ocupaciones; cada vez que se proponía viajar a Valledupar o a Barranquilla, algo surgía: un inconveniente en el negocio, un enfermo en la familia o una visita inesperada. Era como si el destino no quisiera que los músicos se encontraran con el agraciado.
Un viaje sin retorno
En La Guajira y el Magdalena había preocupación por la cosecha de 1978; sabían de la presión que ejercía el gobierno de los Estados Unidos contra el cultivo y la exportación de marihuana a través de la fuerza pública, incluido el Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea. Pero además, tenían presente que el gobierno de Alfonso López Michelsen tocaba a su fin y la política del nuevo presidente era una incógnita.
Lisímaco Peralta estaba intranquilo, el envío del embarque que lo convertiría en un nuevo rico se había retrasado. El buque que debía partir del puerto de Santa Marta hacia una playa de La Guajira a recoger la mercancía el 29 de julio tenía un desperfecto en el motor y su reparación tardaría algunos días. Decidió viajar entonces con uno de sus socios a la finca a poner al tanto de la situación a los vigilantes de la caleta para que no se impacientaran. Estaba nervioso, su plan era hacer el envío grande antes de la posesión del nuevo presidente, porque después cualquier cosa podía pasar. El 5 de agosto madrugó para la península, le comentó la novedad a los vigilantes y les dejó un buen mercado y abastos para una semana más.
Al tomar la troncal del Caribe de nuevo y ver en la vía el aviso que anunciaba la cercanía de su pueblo, le pidió a su socio, que entraran unos minutos para saludar a la familia. Al llegar a Las Flores se dio de cara con Adalcímenes Brito quien lo recibió con estas palabras: -Compadre, llegó como caído del cielo, hoy se presentan aquí Diomedes Díaz y Juancho Rois. -¡Cómo va a ser!- le dijo sorprendido Lisímaco. -Sí -agregó Adalcímenes- el dos cumplí años, y hoy cinco cumple mi compadre Ildefonso Pimienta, y nos pusimos de acuerdo para hacer una sola fiesta. -Compadre, voy de paso, madrugué pa’ Pénjamo y ya voy de regreso a Santa Marta, no traje ni ropa. –le contestó Lisímaco. -La ropa no es problema, yo le presto -le ripostó el compadre. -Está bien -cedió rápido Lisímaco, sin ofrecer mucha resistencia por el deseo frustrado de escuchar su canción en la voz de Diomedes Díaz. Se bajó del carro y le pidió al socio que lo viniera a buscar a primera hora del día siguiente.
En efecto, Adalcímenes Brito e Ildefonso Pimienta habían acordado hacer una sola fiesta, que pagarían entre ambos. Dos días atrás habían contratado la agrupación de Diomedes Díaz y Juancho Rois en Riohacha, cuando amenizaba en la capital del departamento el matrimonio de Danis Brito Rosado, oriundo también de Las Flores. El festejo sería en ‘Salsipuedes’, una casa que usualmente arrendaban en el pueblo para fiestas privadas o casetas.
Los cumplimentados invitaron a todo el pueblo, familia, amigos y conocidos. Entre ellos a Reyes y Juanito Guerra, dos hermanos que mantenían resquemores con Lisímaco, por motivos que se desconocían. Algunas versiones sostienen que ello obedecía a que Lisímaco, supuestamente, le prestaba su vehículo a Marcos López en Santa Marta, un florero residente en esa ciudad, enemigo de los Guerra. Otras voces niegan el hecho y aseguran que todo fue producto de un malentendido: el carro de Lisímaco Peralta era de la misma marca, modelo y color que el de Marcos López, una camioneta Dodge 300 negra, con la diferencia de que la de éste último era blindada. También se decía que la inquina entre ellos tenía que ver con una mujer, pariente de los Guerra. Lo cierto es que la inconformidad de Reyes y Juanito con Lisímaco afloró esa noche del 5 de agosto de 1978. El origen real de la pugna nunca se supo. Lo grave es que en ese tiempo los problemas se resolvían a tiros.
Por esos años Las Flores no gozaba del servicio de energía eléctrica. Y la del 5 de agosto era una noche oscura, sin luna, una verdadera boca de lobo. Los lugareños consiguieron una planta eléctrica o motor, como dicen en la zona, para suministrar energía a ‘Salsipuedes’. Hacía las 7 de la noche comenzó la fiesta; la gente se volcó a la casa de la calle 6, aglutinándose en el patio, en la sala y en la calle. La curiosidad por conocer a Diomedes y Juancho era general. Los músicos se ubicaron al final del patio en una pequeña e improvisada tarima.
Ildefonso Pimienta presentó a Lisímaco Peralta con Diomedes Díaz. Se dieron un fuerte abrazo como compadres de toda la vida. -¡El famoso Lisímaco Peralta!,- le dijo el Cacique de la Junta. -Soy famoso gracias a ti.- le contestó sonriendo Lisímaco. -Será gracias al compadre Hernando Marín- le recordó Diomedes. Se sentaron y brindaron con una Rois, como siempre, permanecía callado y solo se reía de los chistes y comentarios necios que se hacían.
“Salsipuedes”
La agrupación abrió su presentación con “Lluvia de Verano” y fue la locura, todos se levantaron a hacer palmas y cantar en coro. A Lisímaco se le aguaron los ojos de la emoción; en milésimas de segundos por su mente pasó su vida, su infancia de campesino, su juventud como conductor, sus dificultades, su pobreza y su primer “corone”. Le parecía increíble, ver y escuchar a Diomedes Díaz y a Juancho Rois en su pueblo, era algo reamente mágico. Al terminar la primera tanda, radiante y conmovido, los contrató para su cumpleaños de la próxima semana, el 12 de agosto. Les pidió que no se comprometieran por tres días y les ofreció como regalo una camioneta último modelo.
La fiesta continúo; el conjunto interpretaba cada una de las canciones del disco, convertidas en éxitos rotundos. A esas alturas ya Lisímaco había discutido dos veces con Juanito Guerra, quien insistía en el reclamo -Hoy te voy a matar- le dijo la primera vez. Lisímaco, inocente del infierno que estaba creciendo dentro de Juanito, pensó que estaba mamando gallo y contestó con una sonrisa. -¡Ve Juanito, deja de estar hablando locuras!-
Una hora después se le acerca de nuevo y le dice -Hoy te voy a matar.- Lisímaco, desprevenido y sonriente, le comentó a los dos amigos que tenía a su lado -A Juanito qué le pasa, es la segunda vez que me dice que hoy me va a matar.- Lisímaco y sus amigos se rieron, no creyeron en las palabras de Juanito Reyes, les parecía absurdo que los Guerra hablaran en serio; se suponía que aquella era una fiesta de amigos.
En esa época era normal que los hombres en La Guajira portaran armas. En los pueblos de la troncal del Caribe como Las Flores, La Punta y Dibulla se miraba como bicho raro a quien no portara un arma en su bolsillo o en su cinto. Esa noche en Las Flores, con la excepción de los cumplimentados, todos cargaban armas, motivo adicional para disuadir a cualquiera de hacer uso de ellas. El último tema de la segunda tanda de Diomedes y Juancho fue nuevamente “Lluvia de Verano”, todos seguían con palmas la canción, Lisímaco se levantó de la mesa y alzó los brazos: “Canto, rio, sueño y vivo alegre, al que le duela que le duela, si se queja es porque le duele”, coreaba con el Cacique de La Junta. Era su día, era su canto, y la próxima semana el embarque que lo convertiría en millonario partía con rumbo norte; era su triunfo.
Al final de la tanda algunos de los presentes pidieron al “picotero” que colocara algo de salsa. Empezó a sonar “El cocinero mayor” de Fruko y sus tesos. Los salseros incógnitos salieron al ruedo: Ismael Galván, Adalcímenes Brito, José Bermúdez, “patoco”, y Estivin Mendoza; se improvisó un concurso de baile y la gente se apiñó en la sala a ver el espontaneo espectáculo.
A la 1 y 10 Sidis Mendoza, la cuñada de Lisímaco, llegó a buscarlo. Le dijo con inusitada angustia, como si presintiera algo -Lisímaco, me dijiste que te viniera a buscar a la una porque venían temprano por él, vamos para que te acuestes,- le dijo la mujer. Lisímaco se quedó mirándola pensativo, y sonriente le contestó -No te preocupes, anda tú que en 15 minutos estoy allá, dile a tu mamá que ya voy.- Sidis se marchó.
A la 1 y 20 de la madrugada, el conjunto vallenato se aprestaba a dar comienzo a la tercera tanda, y mientras la mayoría de los asistentes estaban felices, gozándose la fiesta, los hermanos Guerra seguían inquietos y belicosos. Nuevamente Reyes se le acercó a Lisímaco a amenazarlo y éste con la paciencia colmada le contestó: -Bueno, tú te crees más hombre que todo el mundo.- Inmediatamente apartó a sus acompañantes, y llevó su mano al bolsillo buscando su pistola, pero Reyes sacó primero y le disparó dos tiros a quema ropa, hiriéndolo en un brazo y una mano. Lisímaco reaccionó y desenfundó su Pietro Beretta 9 mm., alcanzó a disparar una vez pero el arma se atascó. En ese momento recibió 7 tiros por la espalda de un acompañante de los hermanos Guerra, y Lisímaco cayó muerto con la pistola en la mano.
Sidis Mendoza acababa de llegar a su casa y se disponía a darle la razón a su mamá cuando se escucharon los primeros tiros. Temiendo lo peor, se llevó la mano al pecho y exclamó -¡Mamá, mataron a Lisímaco!- dijo, mientras se escuchaban más y más disparos.
Reyes intento fugarse saltando la tapia pero los acompañantes de Lisímaco lo bajaron a balazos. Recibió en total 44 tiros. La plomera fue terrible. El nombre festivo del sitio se convirtió en una espantosa realidad: Salsipuedes. Había gente disparando por todas partes. Juanito, el hermano de Reyes, intentó subirse en una mesa para disparar y uno de los presentes lo mató de un solo tiro. Ahí terminó la balacera. El hombre que le disparó a Lisímaco por la espalda había salido tranquilo en medio de la oscuridad y se encontraba ya lejos del pueblo.
El saldo fue lamentable, muertos: Lisímaco Peralta, los hermanos Juan y Reyes Guerra y José Tomás Bermúdez, este último, un anciano de 79 años. Los heridos: Eberto Alonso Povea Pérez, Cándido Celestino Povea Pérez, Enrique Luis Povea Pérez, familiares entre si quienes estaban en una misma mesa, y una mujer de nombre desconocido, natural de Tolú, invitada a la fiesta.
Cuando se armó la plomera, Diomedes Díaz y Juancho Rois se volaron la tapia, llegaron hasta la
casa vecina y se metieron debajo de una cama; de ahí saldrían media hora después, descubiertos por un vecino conocido como “El negrito” quien, portando una ametralladora M-1, buscaba no se sabe a quién para matarlo. Solo hasta las tres de la mañana, cuando llegó el ejército, los músicos, escoltados por soldados, lograron abandonar Las Flores. Al subirse en el vehículo militar Diomedes sentenció -¡No vuelvo más a este pueblo!-
A esa misma hora, a decenas de kilómetros de allí, en la Sierra de la Totumita, una zona de la Sierra Nevada de Santa Marta, doña Alba Rosa Rosado, la madrastra de Lisímaco, estaba dormida; súbitamente despertó y sintió que le pasaban el peine por el cabello -Presentí que algo le había pasado a uno de los míos,- recuerda hoy, 30 años después.
Los hechos de aquel sábado aciago fueron producto de una serie de circunstancias desafortunadas que tuvieron como telón de fondo el ambiente de crispación social que se vivía en La Guajira en esos años por cuenta del negocio de la marihuana. Al parecer los hermanos Guerra no habían planeado nada, y tampoco tenían intención de hacerle el reclamo en Santa Marta a Lisímaco por la supuesta falta.
La serie imprevistos y casualidades que se conjugaron para hacer que la víctima estuviera presente en el festejo: el daño fortuito del motor del barco, su decisión de última hora de entrar a saludar a su familia; el reencuentro con los amigos; la fiesta con los ídolos vallenatos del momento, que estrenaban su canción; la negativa de atender la solicitud de su cuñada cuando fue por él, han dado pie para que en los vecinos de Las Flores exista el convencimiento de que Lisímaco Peralta murió por una mala hora. Tal vez la presentación en vivo de “Lluvia de Verano”, una innegable ovación a Lisímaco, atizó odios reprimidos, sostienen algunos. Lisímaco Peralta estaba casado con Aura Leticia Arévalo, su paisana, con quien tuvo 4 hijos. La semana siguiente cumpliría 30 años de edad.
Su nombre quedó inscrito para siempre en la Leyenda Vallenata con la canción que le compuso su amigo Hernando Marín, esa jocosa melodía adoptada como canto triunfal por toda una generación de guajiros y costeños, que 32 años después los parranderos siguen entonando a todo pulmón.
Su famoso intérprete, Diomedes Díaz, ha cumplido la promesa que hizo aquella noche debajo de una cama, en medio del tableteo incesante de pistolas y revólveres: no ha vuelto a cantar en Las Flores.
Epílogo
Horas después de la muerte de Lisímaco Peralta, en la lejana Bogotá, tomaba posesión como presidente de la República Julio Cesar Turbay Ayala. El primer acto de su gobierno consistió en la expedición del decreto 1923, también conocido como el Estatuto de Seguridad, con base en el cual ordenó militarizar La Guajira con más de 10.000 soldados, derribar los aviones no autorizados que llegaran a la península y bombardear las pistas clandestinas. El principio del fin de la bonanza marimbera había comenzado.
Capitulo 70 25 de abril de 2015: Yurleidis llama a la casa de diomedes y contesta lucia. Colacho se queja de la irresponsabilidad de Diomedes . Yurledis le dice a Diomedes que esta en cinta y diomedes no le entiende, ella le expliaca que esta embarazada de el. Por mi parte eso a sido todo, les contaremos mas cuando nos confirmen nuevos avances de la novela de Diomedes Diaz.
En la novela ‘Diomedes, El Cacique de la Junta’ del Canal RCN, Martin Maestre es representado por el músico Cristian Better. En la novela, el día de la muerte de Martin Maestre coincide supuestamente con la fecha de nacimiento de Rafael Santos, hecho que no es cierto pues Rafael Santo Díaz nació el 24 de octubre de 1979 y el trágico accidente automovilístico sucedió el 1 de agosto del mismo año.
Martin Maestre, la persona más influyente en la vida musical de Diomedes Díaz, murió en un trágico accidente el 1 de agosto de 1979, cuando se estrelló en una camioneta Ford en la que se transportaba junto a su sobrino Diomedes quien era el que conducía.
Al parecer en la camioneta iban también algunos músicos y el manager de la agrupación. Diomedes Díaz estaba al volante y junto a él, Bolívar Urrutia y Dagoberto Suárez (manager). En el platón estaban ‘Piyayo’ (guacharaquero) y Martin Maestre.
Cuando habían llegado a Valledupar, después de una presentación, y luego de cruzar por la glorieta ‘Pedazo de Acordeón’, cerca al Barrio Los Cortijos, Diomedes perdió el control del vehículo y se estrelló fuertemente, lo que provocó que su tío Martin Maestre saliera disparado de la camioneta y se golpeara fuertemente contra el suelo al caer.
De inmediato fue trasladado de urgencias al Hospital Rosario Pumarejo de López donde los médicos no pudieron hacer nada para salvarlo pues el golpe había sido mortal.
Personas allegadas a Diomedes cuentan que El Cacique desde ese entonces decidió no conducir más sus carros debido al trauma que le generó el sentirse culpable por el accidente que terminó con la vida de su tío.
En la novela ‘Diomedes, El Cacique de la Junta’ del Canal RCN, Martin Maestre es representado por el músico Cristian Better. En la novela, el día de la muerte de Martin Maestre coincide supuestamente con la fecha de nacimiento de Rafael Santos, hecho que no es cierto pues Rafael Santo Díaz nació el 24 de octubre de 1979 y el trágico accidente automovilístico sucedió el 1 de agosto del mismo año.
En la novela ‘Diomedes, El Cacique de la Junta’ del Canal RCN, Martin Maestre es representado por el músico Cristian Better. En la novela, el día de la muerte de Martin Maestre coincide supuestamente con la fecha de nacimiento de Rafael Santos, hecho que no es cierto pues Rafael Santo Díaz nació el 24 de octubre de 1979 y el trágico accidente automovilístico sucedió el 1 de agosto del mismo año.
Es para destacar el buen montaje de la escena del accidente y los efectos de maquillaje para ambientar el momento en la telenovela diomedes diaz el cacique de la junta.
Joaco Guillen, exmanager del Cacique, relata la historia del BMW que le regaló Samuel Alarcón a Diomedes Díaz.
Samuel Alarcón fue muy amigo de Diomedes Díaz y una vez en una de esas parrandas que se hacían con él, se le dio a Samuel por ponerle una serenata a una novia y le dijo al Cacique que se la fuera a tocar con caja, guacharaca, y acordeón. (Lee también: Quién era el Rey de la Guajira? Perfil de Samuel Alarcón, amigo de Diomedes)
El Cocha Molina, el acordeonero de Diomedes en esa época, fue junto con Diomedes y el grupo a dar la serenata, pero la sorpresa fue grande cuando se dieron cuenta que la muchacha vivía en quinto piso de un edificio al Cacique le tocó esforzarse y cantarle desde abajo. Samuel quedó tan contento con Diomedes que le regaló un auto BMW, eso fue tipo una de la madrugada. Samuel llamó a el celador del patio donde tenía sus carros y le dio la orden que le entregará el BMW a Diomedes y Samuel se fue a dormir borracho.
Diomedes y Joaco Guillén salieron a buscar el carro y cuando llegaron al patio encontraron que había un camión 600 atravesado que no permitía sacar el BMW y las llaves del camión no estaban. En ese momento Diomedes le dijo a su manager Joaco, “Vamos a empujar este camión como sea compadre porque esto no lo podemos dejar para mañana porque le pasa la borrachera a Samuel y se arrepiente”, por eso entre los tres, Diomedes, Joaco y el celador, se sentaron en la defensa del camión de espalda y se pusieron a empujar y lograron mover el camión y sacaron el BMW.
Según la descripción del personaje en la página del RCN, ‘Loló Martínez’ es hija de un exalcalde de Valledupar y se fija en Diomedes cuando empieza a tener fama. Pero, realmente existió Loló Martínez?.
En una de las escenas, ella le dice al músico que viene de una familia de políticos y que su papá será contralor. Además, le asegura que se prepara para ser concejal.
Todos estos datos concuerdan con la política María Cleofe Martínez, conocida como ‘la Coco’, hija del exalcalde de Valledupar y excontralor Aníbal Martínez. Ella fue representante a la Cámara, concejal de Valledupar y secretaria de Gobierno departamental, según Congreso Visible.
Aunque no hay rastro de la relación entre Diomedes y ‘la Coco’, causa curiosidad las coincidencias que hay entre el personaje y la política, más si se tiene en cuenta que los libretistas se basaron en el relato de Diomedes Díaz para crear la historia.
En la novela, ‘Loló’ es una mujer de la alta sociedad pero para nada engreída. “Es una mujer muy alegre, que se goza la vida”, dice Mábel Moreno, la actriz que la interpreta. Sin embargo, es ella la que le aconseja a Diomedes que no se disculpe con el periodista Mariano Salcedo porque él es ‘El Cacique de La Junta’.
sta mujer será la piedra en el zapato en el matrimonio de Diomedes con ‘Lucía Arjona’, una de las tantas que aparecerá en la historia. Es interpretada por la actriz Mabel Moreno.
En Redes Sociales algunas personas opinaron:
“Gran parte de la sociedad Vallenata de la época conoció la relación de Diomedes con la Coco”
Lo conocí una tarde de marzo, calurosa como la que más, y descubrí su sonrisa eterna, encubridora de timidez y retadora cuando se lo propone. Él apareció con mi hermano Rodrigo, mientras avanzaban en el tema de siempre, las primeras escaramuzas musicales de Diomedes Díaz.
Tan pronto como estreché su mano me invitó a la puerta y de entrada “estrenó” otra de las canciones que hago para ustedes, vivan mis seguidooorees! Tremendo sonido desde aquel renolcito cuatro, noble como el propietario y enchollao’ como el ídolo.
Valledupar era el pueblo grande que buscaba afanosamente convertirse en ciudad, pese a ser capital del Cesar, desde el 21 de diciembre de 1967. La música se abría paso entre la maraña de dificultades que “atormentaban” a la capital del vallenato. Se mantenía el embotellamiento y a fuerza de los atracos se canceló la operación nocturna del transporte interdepartamental.
No obstante, la magia seguía intacta lo mismo que el encanto a propios y visitantes. La retórica poética del río Guatapurí, durante su recorrido barrial, atraía miradas, versos y turistas. Pocos barrios se extendían por la territorialidad “como verdolaga en playa” y era evidente el sabor macondiano que tejían, leyendas, mitos, cuentos, versos, canciones, parrandas y sancochos. El vallenato iba en ascenso. El periplo musical de Alfredo Gutiérrez, la égida musical de Los Playoneros del Cesar, el devenir de Bovea y sus Vallenatos, las andanzas interioranas e internacionales de Pedro García, Pablo López y los antecedentes del “pollo vallenato” Luis Enrique Martínez, el maestro Alejo Durán, el auge de festival vallenato y la aparición fulgurante de los Hermanos López, con Jorge Oñate y, luego, los Hermanos Zuleta, presagiaban mejores días para e género musical que despertaba resistencia en Barranquilla, en Cali pero cautivaba en gran parte de la región Caribe.
En 1973, precisamente con el tema “Festival Vallenato” del fonsequero Geño Mendoza, el venezolano Nelson Henríquez, ganó el congo de oro en el carnaval de Barranquilla. El año siguiente, 1974, Jorge Oñate con los Hermanos López lo ganaron en franca lid, a grupos de la talla de Nelson Henríquez, Adolfo Echeverría y otros, no propiamente vallenatos, mientras los Hermanos Zuleta, alcanzaban un éxito descomunal con su LP Río Crecido.
En 1976, Rafael e Israel, el gran Binomio de Oro, saltó a la palestra y grababa por primera vez el cacique de la Junta, Diomedes Díaz, con el recién elegido rey, Nafer Durán. En 1977, Diomedes y el Debe López, grabaron dos discos de larga duración, con éxitos como “Tres canciones”, Cristina Isabel y más.
Joaquín Guillen, bien conocido como Joaco, era un taxista con aire de guía turístico pero todos sus conocimientos, su sabiduría y entrega, iban siempre en función de hablar del cacique Diomedes Díaz. El pasa cintas de su carro, era fiel a la disposición del propietario, para sonar, todas las veces, canciones interpretadas, o inspiradas, por Díaz Maestre. La alcahuetería llegaba a niveles insospechados. Diomedes, en su primer trabajo discográfico “saludó” a Adalberto Guillén, hermano de Joaco y en el segundo, ya con El Debe López, aGraciliano Guillén y Germán Guillén, los príncipes del Alto, tío y padre de Joaco.
Pasó el tiempo y fue cimentándose una relación de amistad que perduró en el tiempo y que de manera premonitoria, el gran cacique, señaló siempre con el índice de la sinceridad, el afecto y la grandeza humana. Los amigos venidos desde el tiempo escolar suelen conocerse mejor y esconden con facilidad resentimientos que vuelan libres como el viento y deambulan en mentes ajenas, sin lesionar el afecto, el cariño y la gratitud. Desde entonces vi en Joaquín a un amigo que admiraba, cuidaba, protegía y defendía a su amigo, quien levaba anclas desde la adversidad, en el mar insondable de la competencia, para ganar un espacio, pulso a pulso, codo a codo, sin más merecimientos que la lucha diaria y el decoro en el bolsillo para asumir desaires, desprecios y negaciones, como nuevas oportunidades para proseguir el camino, en la seguridad de que lo que quería y sabía que podía hacer, valía la pena y ameritaba defender a capa y espada. Ese hombre convencía a sus usuarios de las bondades del alto volumen y de escuchar siempre los cantos de Diomedes.
Merodeaba marzo, ese mediodía ardiente, que calcinaba motores y de repente se elevó en el panorama vallenato la certidumbre de que Diomedes Díaz, iba rumbo al éxito sin menoscabo del buen momento del jilguero Jorge Oñate, del pulmón de oro Poncho Zuleta y el paso triunfante de Rafael e Israel. Se enseñoreó La Locura, con el conejo Juancho Roís, un compendio de éxitos y una propuesta fresca en el vallenato que inundó de alegría a sus seguidores. Luego vino la unión con el gran Nicolás Elías “Colacho” Mendoza, dupleta exitosa que trajo consigo éxitos continuos y el debut de Joaco Guillén, en los trabajos discográficos del cacique, con un saludo exclusivo y muy a tono con el cariño que lo motivó. Aquel negrito, caporal en el barrio El Carmen y mariscal en su pueblo natal, El Alto de la Vuelta, promovió el vallenato y nos acostumbró a degustar la música de su pupilo con el sabor leal de lo que se hace por amistad. Él, forjó una relación respetuosa sin más apuros que ver sonreír a su amigo.
Durante la travesía de Diomedes con el consagrado Colacho Mendoza, la sapiencia musical, el entusiasmo creativo y el éxito creciente, no se hicieron esperar. Fue así como en el segundo semestre de 1978, se vinieron con su primera producción musical: Dos Grandes, luego en 1979, llegó primero el álbum Los Profesionales y después “Para mi Fanaticada”. En el corte inicial el saludo llegó Y es que yo, si conozco el mundo, cierto ¡Joaco Guillén! De ahí en adelante el afectó se agigantó y lo que siguió fue el ensanchamiento de una relación amistosa que derivó luego, cuando nadie lo esperaba ni lo creería, en la designación de Joaco como representante del cacique de la Junta, Diomedes Díaz. Recuerdo que a los pocos días, en el estreno como tal, en medio de una de uno de sus canciones, lo comunicó en plena caseta:
En esto de agrupaciones influye mucho un representante. Yo a cambio de mi dirección le exigí a mi compadre Joaquín Guillén, como mi hermano que es, que dirigiera mi porvenir, que dirigiera mi conjunto. Así lo hizo y me salvó…
Hubo rupturas, separaciones, pechiches, encuentros, desencuentros y reencuentros. Frases altisonantes se escucharon pero se las vio partir en las nubes del olvido. Sin embargo, el árbol florecido de la amistad, de la hermandad y el compadrazgo se mantuvo en pie y sigue firme pese a la partida final del cacique.
Hay que ver a Joaco contando anécdotas, historias y momentos, relacionados con la vida de su compañero y amigo. He tenido la fortuna de compartir set con él, con Jaime Pérez Parodi, Álvaro Álvarez, Lucho Mendoza Sierra y otros y otras que lo conocieron mejor que los demás. Pero lo de Joaco Guillén, contiene sentimientos de admiración, de respeto, de consideración, de hermandad y de familiaridad, con conexión directa a la gratitud inmensa que le profesa. Lo vi llorarlo, a moco tendido, en la Tarima Francisco el Hombre, susurrándole sus gracias eternas por dejarlo en el sitio en el que, por su tozudez, lo ubicó cuando ni el mismo Joaco lo creía.
Ahora Joaquín Guillén, sigue ahí, siempre ahí, en conversatorios alusivos a nuestro querido Diomedes Díaz. Hace el duelo hablándonos de él, se divierte y le pagan por eso. O sea que el Cacique lo prospera, como siempre y Joaco, ni corto ni perezoso le replica pesos a la vieja Elvira: mire mama Vira, aquí le mandó su hijo esta platica. Como quien dice: ¡madre he ahí a tu hijo; hijo he ahí a tu madre!
Revista Sendas www.sendasguajira.com y la familia Gómez presentan el Homenaje: a El Gavilán Mayor, un personaje apoteósico en La Guajira, "Yo soy el Gavilán Mayor en el espacio soy Rey... por qué heredé de mi padre la corona del Mayor... " así lo recuerda la composición del sanjuanero Hernando Marín Lacouture, interpretada mágicamente por Diomedes Díaz Maestre, el más grande del folklore vallenato, en este vídeo sus amigos lo recuerdan y hablan de sus vivencias.
La mujer que compartió 30 años de su vida junto al cantante vallenato compartió una imagen en la que aparece con sus compañeras de clase en el colegio El Pilar, época en la que Diomedes Díaz viajaba a visitarla a Bucaramanga.
Patricia Acosta recordó que en ese momento tenía 16 años, estudiaba en el colegio El Pilar, ubicado en el parque Centenario, y falsificaba la firma de sus padres para salir del internado a verse con Diomedes.
Sin embargo, Patricia Acosta se graduó del colegio María Auxiliadora de Bucaramanga en 1977.
Sobre la fotografía, la docente Aura Cecilia Mejía, quien compartió con el gran amor de Diomedes en Bucaramanga, manifestó que “en ese momento Patricia tenía cerca de 16 años. Estaba cursando segundo de bachillerato y ya era novia del cantante”.
Mejía Rojas expresó que “Patricia llegó inicialmente a estudiar al colegio El Pilar. Sin embargo, se graduó del colegio María Auxiliadora que estaba ubicado en la carrera 18 con calle 36 de Bucaramanga. Era una estudiante aplicada, muy activa y sobresalía siempre por su belleza. Aunque yo era profesora, la jovencita me contaba cosas, entre ellas que Diomedes le componía canciones y que viajaba cerca de nueve horas desde La Guajira para traerle canciones y verla”.
La docente narró como en una ocasión “iba a viajar a Ocaña a un concierto de Diomedes. Patricia supo que iba para allá y me pidió el favor de decirle a su novio que lo recordaba mucho. En pleno concierto me las ingenié para hacerle llegar la razón al ‘Cacique’. Él se bajó de la tarima, parecía como loco, me agradeció y dijo que Patricia era su corazón, su verdadero amor”.
Las estudiantes del colegio María Auxiliadora de la época dijeron que “a nosotras nos sacaban en ‘filita’ del colegio para ir a misa a la Sagrada Familia. Sin embargo, Diomedes se las ingeniaba para entrar a la iglesia o saludar desde lejos a su amada”.
Quienes fueron testigos de ese romance dijeron que las composiciones de Diomedes, antes de salir en la radio, ya eran escuchadas por Patricia Acosta en una pequeña grabadora que le obsequió el cantante.
Cabe recordar que, cuando Patricia Acosta regresó de Bucaramanga, Diomedes comenzó a componerle más canciones y se generó una historia de amor de cerca de 30 años. La pareja se separó en 1994, cuando Martín Elías tenía dos años.